La eternidad vulnerable de las fotografías

30 de abril de 2024
Escrito por: Clara Rodríguez-Chaves Mimbrero
Exposición “El Archivo Fotográfico del Banco de España: de la albúmina al píxel”

He tomado prestado el oxímoron y precioso título de este artículo del gran fotógrafo e historiador Juan Miguel Sánchez Vigil, y tercer comisario de la exposición “Archivo Fotográfico Banco de España (1874-2023)”, que vamos a reseñar aquí, que utilizó hace unos días como enunciado de su intervención en la presentación del catálogo de la misma, y que, a su vez, tomó del célebre poeta granadino Federico en su poema Infancia y muerte, escrito en Nueva York (7 de octubre, 1929).

Estas dos palabras definen perfectamente el valor permanente de las imágenes que albergan las fotografías, que pretenden cobijar de la mordedura del tiempo y que se nos revelan sobre el papel, una vez se vierte el líquido de revelado de la memoria, convirtiéndose en un verdadero inventario de la vida, en una fuente de memoria de rostros, de la indumentaria, de gestos del pasado, de los que hoy no conoceríamos sin su testimonio.

Así es. Más allá de su función de origen, la fotografía ofrece desde el detalle significados universales. Como prueba y memoria, como testigo de los hechos, es fundamental en el estudio histórico, con similares valores que los textos escritos, y su consideración como elemento complementario ha sido superada al conferirle identidad propia, cobrando especial interés para la investigación de cualquier tipo, convirtiéndose en documento de referencia.

Compuesta por más de 25.000 fotografías, datadas entre 1874 y 2023 y acumuladas durante siglo y medio, la excepcional colección fotográfica del Archivo del Banco de España tiene un carácter documental y testimonia su intrahistoria desde el último cuarto del siglo XIX hasta la actualidad.

En origen, estas fotografías fueron tomadas con una finalidad documental, es decir, destinadas a formar parte de los expedientes de tramitación de los asuntos propios del Banco, generados en la gestión administrativa de la institución (construcción de edificios, búsqueda de localizaciones para posibles sedes, calles, barrios y edificios en construcción, identificación del personal, tomas de posesión, organización de eventos, recepciones y reuniones y todo tipo de actos institucionales y actividades) y se encontraban, por consiguiente, diseminadas por varias secciones, series y expedientes del Archivo, por lo que tuvieron que ser localizadas a través de búsquedas intensivas dentro del fondo del mismo. Por razones de conservación, hoy día se encuentran agrupadas en una colección, pero mantienen su vínculo inquebrantable con los documentos entre los que nacieron.

Este Archivo Fotográfico no había sido objeto de tratamiento hasta el año 2013, cuando dieron comienzo dos proyectos desarrollados por nosotros y en los que Abana ha tenido un papel de suma importancia, y que se prolongaron hasta 2018. Los trabajos consistieron, principalmente, en el rastreo y localización de las fotografías, su identificación, clasificación y descripción detallada (de lugares, personas y acontecimientos) e instalación en condiciones adecuadas de conservación, tareas todas ellas que, pareciendo sencillas, requirieron grandes dosis de esfuerzo, técnica y aplicación de metodología, pero también de inteligencia y pasión por los documentos. El análisis minucioso del contenido icónico de este material que hemos realizado ha permitido un conocimiento amplio y profundo de las fotografías custodiadas y de sus autores, las cuales se ponen a disposición del público investigador y de la sociedad en general con una exposición y con la publicación de un catálogo.

Finalmente, en 2020, fueron digitalizados por Abana 20.500 originales en soporte físico (papel y plástico fundamentalmente) siguiendo directrices y estándares internacionales que posibilitan la preservación y difusión a largo plazo de los objetos digitales (acompañados de sus correspondientes metadatos descriptivos, técnicos y de preservación), y la interoperabilidad con otros sistemas. Como resultado, se ha formado una colección de 25.000 originales en diversos soportes que se encuentran perfectamente identificados e instalados, digitalizados y disponibles para su difusión y utilización, posibilitando que adquieran mayor valor, especialmente en el ámbito empresarial y académico, colaborando así el Archivo en el estudio sociocultural y económico del país. Un duro trabajo desde hace 15 años en que se datan los arranques del tratamiento de la colección, y cuyos frutos serán patentes cuando la colección se difunda a través del Repositorio Institucional del Banco de España para su puesta a disposición de la ciudadanía, con objeto de que pueda aproximarse de una manera más cercana, y a través de una variada galería de imágenes, a la institución.

Por otra parte, el Banco, compartiendo el rico patrimonio histórico que custodia, cumple con los objetivos fijados en el Plan Nacional de Conservación del Patrimonio Fotográfico presentado en 2015 por el Ministerio de Cultura: facilitar el acceso y utilización del mismo por parte de investigadores y ciudadanos, y sensibilizar de la importancia de este patrimonio como documento histórico y bien cultural.

Hay que destacar, igualmente, la aportación de este conjunto de imágenes al conocimiento de la historia de la fotografía en España, al registrar los trabajos de más de 600 autores acreditados, diseminados por todo el país y cuya vinculación con el Banco de España se desconocía, y de los que Abana ha realizado un detallado estudio de cerca de 500, que ha quedado reflejado en su registro de autoridad correspondiente en el catálogo de la aplicación del Banco de España. Se trata de fotógrafos de la talla de Jean Laurent (1816-1886), Eusebio Juliá (1830-1895), Antoni Esplugas (1852-1929), Leopoldo Rovira (fl. 1858-1888), Venancio Gombau (1861-1929), Christian Franzen y Nisser (1864-1923), José Reymundo González (1869-1950), Alfonso Sánchez García (1880-1953), Leopoldo Savignac (1880-1948), Manuel Torres Molina (1883-1967), José María Díaz Casariego (1896-1967), Cristóbal Portillo (1897-1957), Orestes Calvet (1897-1957), Pepe Campúa (1900-1975), Francisco García Cortés (1901-1976) , Martín Santos Yubero (1903-1994), Andreu Puig Farran (1904-1982), Francisco Amer Masfarret (1907-), Carlos Pérez de Rozas (1920-1990) o Carlos Pérez Siquier (1930-).

Fruto de este tratamiento son la exposición de la que hablamos en este artículo, y su detallado catálogo, para el que se han seleccionado algo más de 550 imágenes, atendiendo a la riqueza y representatividad del material conservado, centrándose en ciertos aspectos de la actividad del Banco y en determinados periodos de su historia. Muchas de las fotografías son inéditas y ven la luz por primera vez con esta publicación, que las rescata de un olvido más que centenario para situarlas en el plano público, a la luz tanto de su riqueza informativa como de su calidad material.

La exposición refleja, a través de 300 imágenes de un centenar de fotógrafos de reconocido prestigio, la vida del Banco de España y del país desde la mitad del siglo XIX hasta la actualidad, y muestra en su título el ayer y el hoy, simbolizado con dos términos fundamentales en la historia de la fotografía: albúmina y píxel. El primero, vinculado a la democratización de la imagen desde su origen, y, el segundo, a la revolución de finales del siglo XX; es decir, dos formas de presentar la imagen en el pasado y en el presente. Fotografías que resumen la vida y el desarrollo del Banco, y por extensión del país, en cinco secciones: El tiempo amarillo (siglo XIX), La fotografía como documento (1900-1925), De la edad de plata a la transición (1925-1975), Spain is different (1975-2023) y Hacia la Inteligencia Artificial (siglo XXI). Presentan tres aspectos claramente diferenciados, acordes a los modelos fotográficos de cada época: el retrato como elemento identificador, los espacios, y la actividad de la institución. Es decir, las fotografías de empleados que han formado parte de la vida del Banco, con sorprendentes retratos, la presencia del Banco de España en la ciudad, representada extensamente por los edificios de sus sucursales, y los actos y eventos institucionales desarrollados, como aniversarios, reuniones de accionistas, visitas institucionales, tomas de posesión de gobernadores o firmas de convenios.

Los tres permiten lecturas sociales desde los contenidos y, de manera concreta, sobre el urbanismo, la arquitectura, las obras públicas, las gentes y las costumbres y modas de cada época. Es también una forma más de ver y mirar, de contemplar desde lo particular a lo universal, añadiendo además un recorrido histórico por la evolución de la técnica fotográfica al mostrar originales obtenidos mediante diversos procedimientos y en distintos soportes: negativos y positivos en vidrio, papel y plástico, albúminas, cianotipos, gelatinas, diapositivas, ficheros digitales…

Fotografías a destacar de la exposición son, por ejemplo, los cuatro retratos realizados hacia 1874, que nos muestran a un grupo de empleados del Banco vistiendo los uniformes diseñados en exclusiva para ellos, de un miembro de la primera generación de grandes profesionales españoles de la fotografía, Eusebio Juliá; la fotografía más antigua de la sede del Banco en Madrid, que fue realizada en 1886 por el establecimiento fotográfico de J. Laurent y Cía., fundado por el insigne Jean Laurent, fotógrafo de origen francés afincado en España, que refleja el edificio de Cibeles en plena construcción, con una grúa de vapor delante del chaflán que se utilizaba para la subida de materiales, junto con la serie de fotografías realizadas poco después de la inauguración del edificio en 1891 por los descendientes del ya citado Laurent (una de ellas prestada por la Bolsa de Madrid, ya que se conservan apenas algunos negativos y positivos, varios de los cuales son ejemplares únicos en posesión del BdE y que se encontraron entre documentos remitidos por la sucursal del Banco en Badajoz, constituyendo uno de los logros del proyecto de formación de la Colección); fotografías del impactante reportaje de la sucursal del Banco en Teruel, tras los daños que sufrió durante la Guerra Civil, de Diego Quiroga Losada, XI marqués de Santa María del Villar (1880-1976), realizado entre 1937-1938; los magníficos retratos individuales de empleados del Banco, quienes han protagonizado la vida de este en los últimos 120 años -entre los que se encuentra el de la primera mujer de la plantilla del Banco, ingresada en 1901-, retratos de gobernadores y subgobernadores y fotografías de grupo de empleados de las sucursales, plasmando, además de las cualidades personales de los retratados, la evolución del retrato de estudio durante los primeros cincuenta años del siglo XX en nuestro país, que constituyen una colección de incalculable valor documental, histórico, social, artístico y sentimental, ya que los reproducen con un extraordinario detalle; fotografías de la sucursales del Banco en provincias (que llegaron a ser 70 establecidas en el territorio nacional, así como las agencias de Tánger, Larache y Tetuán, en el norte de África) que nos permite conocer los edificios y sus transformaciones a lo largo de los 150 años de existencia de las mismas, destacando una serie de fotografías de sucursales cuyos edificios, por diversas razones, se han perdido, como las realizadas por Andreu Puig i Farran de la sede de Barcelona en Vía Layetana, una obra singular inaugurada en 1932, que constituye uno de los mejores edificios construidos por el Banco de España en su historia y que hoy ocupa otra entidad bancaria; otro reportaje de excepcional calidad a destacar es el de la sucursal de Barcelona durante la inauguración del inmueble, el 18 de octubre de 1955, realizado por el gran Carlos Pérez de Rozas.

Las colecciones y fondos fotográficos de los archivos responden al desarrollo tecnológico de la propia fotografía, inmersa en el universo digital desde finales del siglo XX y actualmente en la Inteligencia Artificial (IA). Cultura visual, visibilidad y difusión son algunos de los términos vinculados a la actividad de los archivos, tan intensa como fundamental, resumida hoy en su función de garante de la memoria. Se exponen en la última sala, como referencia, un conjunto de inigualables imágenes de los viejos Archivos de diferentes sedes del BdE en provincias de la primera mitad del siglo XX, que nos permiten conocer el núcleo de los archivos y su esencia, y que contrastan con dos fotografías digitales realizadas exprofeso en el Archivo Histórico del Banco para conmemorar la muestra: la sala de investigadores y el depósito.

Pocas veces los profesionales del mundo de los archivos podemos ver y palpar el resultado o los resultados finales de nuestro trabajo, pero en este caso lo vemos plasmado en unas brillantes publicación y exposición, cuyo fruto será que las fotografías lleguen a conocimiento de los ciudadanos e investigadores en toda su plenitud, y que alcancen la eternidad vulnerable de la que nos hablaba el universal poeta granadino.

En este proyecto ha participado un amplio equipo de profesionales de Abana, con perfiles técnicos diversos: técnicos archiveros especializados en fondo fotográfico patrimonial, especialistas en transformación digital, digitalizadores, técnicos informáticos, técnicos de control de calidad de recursos digitales, editores de metadatos y coordinadores de proyectos.

¡Ha sido un auténtico placer compartir con todo el equipo de profesionales del Banco de España y de Abana el tratamiento de este material tan excepcional!

 

Información práctica de la exposición “El Archivo Fotográfico del Banco de España: de la albúmina al píxel”.

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