Uno de los principales objetivos de la archivística, en cuanto a su fin, es poner la información que reside en los documentos al servicio del público. F. J. Stielow la definió como una “metadisciplina en la que el archivero actúa como intermediario entre el material y el usuario final”.
Entre las principales labores del archivero, por tanto, está la de facilitar el acceso ciudadano a la información contenida en los fondos, siempre y cuando se respete el derecho a la intimidad y la legislación vigente en cuanto a la seguridad pública. En base a este objetivo práctico, y refiriéndonos siempre a fondos con especial valor histórico, el tratamiento de los archivos personales de carácter privado tiene una gran importancia para allanar el trabajo de los investigadores y los profesionales de la Historia.
Los documentos que nos encontramos en este tipo de archivos tienen una característica que los hace muy valiosos, dada la naturaleza de las tipologías documentales que componen estos fondos. Si bien destacan tanto la correspondencia, en la que se incluyen telegramas, postales y felicitaciones, como las colecciones fotográficas, también nos podemos encontrar con diferentes tipos de borradores, recortes de prensa apostillados, notas personales, agendas, correcciones in situ de discursos (y otros textos) o diarios privados; documentos que en los archivos de carácter público o institucional son prácticamente testimoniales (exceptuando en los fondos personales ya ingresados previamente). Esta característica es muy importante, por ejemplo, a la hora de confeccionar biografías personalistas o ensayos historiográficos cuya matriz incida en la relación de personajes históricos —de especial relevancia— con la contextualización de un periodo determinado.
Debido a ello, el tratamiento archivístico integral, destinado al acceso público de los fondos y a su conservación, debe de hacerse con suma profesionalidad y, a ser posible, por profesionales de los archivos que sumen a su experiencia una formación académica relacionada con la Historia o las Humanidades. Esto último resulta muy útil, sobre todo, a la hora de identificar los fondos, definir criterios archivísticos y en la propia labor de descripción documental, de forma que se priorice la recuperación del contenido especialmente relacionado con los aspectos intrínsecos de la historiografía, o de la materia a tratar, y dejando en un segundo plano los asuntos más triviales del íntimo ámbito privado.
Por otro lado, ese tratamiento archivístico integral, en especial la descripción, resulta capital para la posterior digitalización de los fondos, facilitando los procesos técnicos de la propia labor digitalizadora y la estructuración on line de los documentos.
En Abana contamos con un equipo de archiveros cualificados que, en los últimos 20 años, ha tratado varios archivos de índole privada y personal, pertenecientes tanto a particulares y fundaciones privadas como a organismos públicos. Entre esos fondos, podemos destacar los archivos personales de ex-presidentes del Gobierno de España, altos cargos ministeriales, políticos republicanos en el exilio y personalidades relacionadas con la cultura, la comunicación y las artes.
Los archiveros de Abana, enfatizando nuestro compromiso con la calidad, seguiremos esforzándonos en los próximos retos que estén por venir, poniendo el máximo empeño y profesionalidad para facilitar la conservación, la recomendable digitalización y la accesibilidad pública de este tipo de archivos.